miércoles, 28 de marzo de 2007

Quinta inmersión. Los límites del oceano




Esperó impaciente y nervioso toda la noche. La miraba una y otra vez y bebía de su tristeza. Cerraré los ojos para no volver a ver a Catalina.
Con las primeras luces se puso en camino.

Cuarta inmersión. El viaje


Sucedía el sol a la luna. El pez, feliz como siempre.

Nadaba en el sentido de las agujas del reloj, pasaba por la piedra en forma de huevo, a esta le seguía la moneda de 5 céntimos que se le había caído a un turista noruego, a continuación los tallos de los nenúfares y por último la llave. En un mismo día podía hacer este recorrido unas 300 veces.
Dentro de esta rutina, no podía faltar la visita semanal de un gato. Al que él llamaba sr. Satoru Nakata. Se trataba de un gato persa gris de gran tamaño, pero que poseía una condición que lo hacía especial, detestaba el pescado, lo que provocaba rechazo entre los otros felinos pero lo convertía en compañero ideal para un pez de estanque.
El sr. Satoru Nakata le contaba cómo era el vecindario, cómo había resultado su semana o los viajes que había realizado.
Un día, el pez decidió parar de nadar. Simplemente se le ocurrió y lo hizo. De repente vio la piedra, la moneda, los nenúfares y la llave.
Dos días después volvió a hacer lo mismo. Piedra, moneda, nenúfar, llave.

Miró a la luna, la vio triste. Esperó a que amaneciese.